JUGUETES IMPOSIBLES
JOSE CARLOS VARGAS Y SUS JUGUETES IMPOSIBLES
Los juguetes, objetos a veces hechos por adultos para los niños, sin duda son recreaciones fantasiosas tangibles destinadas a originar efímeras historias mediante su interacción. Es también la acción de darle vida a un ser ficticio con un objetivo incierto tanto como el lugar final a donde irá a parar, ya sea pasando los años convirtiéndose en un adorno de la sala o un objeto en el desván del olvido. Sin embargo José Carlos Vargas vuelve a intervenir estos paradigmas de los objetos lúdicos mediante las artes que él domina, siendo la escultura y el dibujo su potente medio de expresión.
“Juguetes Imposibles” se reinventa luego del último capítulo de Vargas, es decir su anterior exposición “Ciudad Ultramotora”, circunstancia donde se adentraba por medio del juego más las disciplinas artísticas antes mencionadas, al tema de la urbe, su gente y sus características, así llegando a crearlos dentro de objetos y personificaciones irónicas. En esta oportunidad vemos que no escatima en darle nuevas facultades a su trabajo, recurriendo al color en su obra bidimensional, sorprendiendo con unas estridentes acuarelas (contrariando el usual uso que se le da para obtener colores tenues), algo pocas veces visto en sus presentaciones. La cinética de su escultura es también otro punto a favor de su evolución y producto de la constante práctica de reinventarse, actitud que él declara importante en su papel como artista plástico. Por lo tanto con esa incesante búsqueda de lo nuevo hizo que se sume el aspecto utilitario en algunas de sus obras y así el contacto entre el sujeto y la pieza artística sea más común teniendo como denominador a la intensión del uso como vemos en “El crítico de arte”, de tiránica pose, sostenido por un pedestal piramidal con cajones, forma que sirve para simbolizar un estatus, quizás declarando esa magnificencia que algunos artistas le otorgan como la “punta del triángulo” dentro del sistema de las artes contemporáneas. A criterio personal puede llegar a ser la reducción hacia la mera utilidad del individuo, el crítico, que con el pasar del tiempo cree que tiene la única facultad de interpretar mediante palabras el arte que él “solo” ve.
Después de lo lúdico escultórico, viene la sátira que encontramos a menudo en el cómic, sobre todo en la caricatura (la exageración de rasgos como en sus superhéroes nacionales), el tema actual sobre soportes tradicionales como las “combis” (transporte netamente público) en apariencia de un antiguo carro de juguete, la dotada y admirada vedette Leysi Suarez sobre el caballo/bandera del Perú como estatua ecuestre más los maestros literatos como Vallejo y Ribeyro con cuerpo de peluche de tela provocan una ecléctica sensación, entre el homenaje, la ironía, la memoria y la cercanía como objetos utilitarios y personales. Sus personajes de robusta constitución como sutil broma hacia la epidémica obesidad de la gente (que incluye al que escribe estas líneas) así como el gusto por los voluptuosos atributos físicos que se evidencian en las fotos de guapas y sensuales señoritas de algunos periódicos de popular consumo y que aquí se exageran sin llegar al burdo aumento, nos muestra a una de sus creaciones como “La Tota” (una veterana meretriz de facciones lujuriosas) o el volátil “Esmog” (o ¿el alma de Lima?) los cuales conforman esta idea de personificar a nuestro entorno.
En su totalidad, José Carlos Vargas juega con su creatividad, con obras que hablan por sí mismas como si fueran reconocibles signos populares, es como los creadores de historietas, de cuentos, cómics urbanos, de ficción y acción; todo creado para jugar con las ideas y los recuerdos. Anotaciones del tiempo presente que se adecúan a soportes que muchos hemos visto de niños. Un imaginario personal entregado al público y que sin dudas no habrá problemas en interpretarlo.
Felipe Mayuri Poma
Investigador de arte peruano contemporáneo